ORIGEN Y VIGENCIA DE NUESTRA LITERATURA REGIONAL

 

NUESTRA LITERATURA REGIONAL: 

SU ORIGEN Y VIGENCIA.

 

La literatura del norte de Chile, la de la pampa salitrera como la actual, tiene galardón de esfuerzo y tesón. Nada fue fácil para el pampino como tampoco lo es hoy, y sus letras, su literatura es prueba de ello. Y al respecto es pertinente una precisión: la literatura que se escribe sobre la pampa salitrera no es la misma que se escribe en la pampa salitrera. La que se escribe en la pampa es de data más antigua, es más rústica y mordaz, es más genuina y desconocida. La que se escribe sobre la pampa salitrera llega posterior, con sombrero y en barco, es de un lenguaje culto aunque pretenda ser auténtico, publica en la capital y se difunde en colegios y conferencias, es la literatura “oficial”. Porque el corazón de la literatura de nuestro norte, ese que nace en Antofagasta arraigado en la prensa obrera, en años de oscurantismo de fin del siglo pasado su máxima expresión, -que nunca la única-, migra a Iquique y a una editorial, “El Jote Errante” en esos años la que más publicaciones realiza de Santiago al norte; y luego este corazón este mismo corazón, hoy palpita maduro, amplia, compleja y consistentemente en nuestra región de Arica y de Parinacota.

 

Mas ahora, ya posicionados en este extremo del norte de Chile y en referencia específica a la literatura de nuestra región cabe la pregunta: ¿cuándo nace nuestra literatura regional? Nace y se raigambra exclusiva y realmente en aquella que se deriva de la literatura pampina? Pregunta que nos remite primero a convenir que una definición compleja y amplia de literatura nos permitiría considerar a las leyendas del mundo aymara como un antecedente más de ella, pueblo este que habitaba estos territorios ancestrales y que se expresaba en historias transmitidas oralmente de generación en generación que explican nuestra geografía, costumbres y ceremonias y que, ya sea en pueblos del interior como al bajar a la urbe, continúa mitigadas, soterradas, pero aún presentes. No podemos olvidar en esta vertiente a Juan Pablo Mamani Morales que junto a grupos universitarios en la década del 70 hicieran recitales literarios en aymara pero fundamentalmente a Pedro Pablo Humire original de Socoroma en que hiciera su última presentación como poeta en la ciudad de Arica el año 2018 en aimara y en español. Otro antecedente sobre cuando nace nuestra literatura regional podría estar en cantos de cofradías propias de nuestros pueblos originarios y afrodescendientes, cantos que se conservan en misales. O quizás nazca en décimas y coplas entonadas durante la Guerra del Pacífico en nuestras tierras por un contingente fundamentalmente popular que se prolongan hasta el plebiscito del 24, versos estos entonados tanto por peruanos como por chilenos. Un ejemplo de esta literatura del Perú que no puedo no mencionar es la siguiente:

                             

Bolognesi defendió

su patria con heroísmo.

Ugarte, por patriotismo,

Del Morro al mar se tiró.

 

Hay así innumerables ejemplos de este tipo de literatura popular por parte de ambos países, de Chile debemos recordar que se mandan a imprimir 10 mil ejemplares para repartir en el norte de décimas escritas por Juan Rafael Allende. Una edición de “Poesías Populares” de El Pequen Imprenta Nacional de 1880 comienza diciendo:

 

 

 

Para cantar las victorias

De mi mui querida patria

Afino todas las cuerdas

De mi sonora guitarra.

Y mas adelante:

Después del triunfo de Tacna

Solo quedaba el de Arica

I a Arica nuestros valientes

Se dirijieron de prisa.

 

Y están también los periódicos que imprimió aquel soldado del Ejército Expedicionario al Perú -abuelo del periodista Juan Enrique Poblete- que en medio del ejército en la Campaña de Lima, y junto a otros compañeros de armas que habían sido tipógrafos imprimía hojas con noticias que compartía con los soldados. Incluso la figura del roto chileno, arquetipo identitario nacional, tiene su origen en el personaje literario conocido como el “General Dinamita” que inicia su fama en la toma del Morro de Arica desactivando unas minas peruanas. Este “Capitán Dinamita” (era solo un recluta más pero la mística popular también constituye grado en nuestra literatura) será popularizado en innúmeras décimas. Pero el ejército pasa rumbo al norte, es decir se va, entonces cabe la pregunta: llegaría a impregnar a nuestra producción literaria local de esos años? viejos ferroviarios recuerdan coplas que se cantaban en la década del 20 con motivo del plebiscito, algunos rescatan la melodía de canciones populares de esos años y les cambian la letra otorgándoles pertinencia local, será esa una evidencia de la influencia de la literatura popular?. Son preguntas abiertas respecto a nuestros antecedentes, ya en leyendas altiplánicas, ya en misales de cofradías o en las décimas que propaga un ejército movilizado.

 

Ahora y más bien acotados al concepto clásico de literatura (en su significado etimológico de “litera” o letra, escrita), los antecedentes de nuestra literatura podrían anidar bajo el amparo en una producción periodística. A mitad del siglo XIX, cuando Antofagasta  o Iquique eran aún tierra virgen, Arica era una ciudad con más de 10 mil habitantes que sería destruida hasta sus cimientes por dos terremotos y maremotos, solo luego de esa hecatombe se tiene noticias de una prensa local, entonces quizás sus primeras obras nacieran en esas páginas de revistas de principios del siglo pasado y que fueron en Arica populares y de buena calidad como “Crisol”, “Sol del Norte”, “Enfoques” “Baratijas” o “El Corvo” y nuestras primeras obras literarias, poemas, breves narraciones de ficción, estarán en aquellos periódicos que comienzan a repoblar Tacna y Arica desde fines del siglo XIX, periódicos humildes algunos de aparición incierta, esporádica como “el Sapo”, “El Ganchito” o “La Opinión” o en otros  más formales como “La Aurora” de 1914 que perviviría por 15 años, o “El Ferrocarril”, observación pertinente porque el periodismo tiene una producción concomitante con la literatura en nuestras regiones, sobretodo a fines del siglo XIX en que la figura del periodista escritor es constatada en la prensa de Antofagasta. En esta perspectiva el nacimiento oficial de nuestra literatura radicaría, a falta de mejor información, en una figura como Escilda Greve, poeta nacida en Arica que se traslada a la capital difundiendo su obra e identificándose con una producción literaria ariqueña. Y luego la obra de una Nana Gutiérrez, para finalmente tener presencia y rango nacional en torno a “Tebaida”, es decir sus antecedentes estarían en la adscripción al “parnaso” nacional .

 

De cuál de todas estas vertientes mencionadas deriva y arraiga nuestra actual literatura? De cuál de las cuatro mencionadas vertientes originarias encontramos presencia hoy? Cuál de ellas nos permitiría irle fijando una estirpe?  Mas falta mencionar una alternativa, una opción poco académica, poco ortodoxa pero posible: será acaso nuestra literatura expresión de una “generación espontánea?, dislocada?, desarticulada?. Expósita podríamos llamarle. Esta posibilidad debe considerarse pues encuentra justificación en las siguientes constataciones: las influencias de hoy además de la tradición las producen los medios de comunicación; las posibilidades de producir obras son más accesibles (fotocopiadora o impresoras personales) que ayer (imprentas); y la distribución como la interacción con escritores de otras regiones e internacionales es mucho más activa. Es decir, la literatura que se produce en nuestra región no obedecería a una tradición, no solo abjura de su generación anterior (Cédomil Goic, 1968) sino que abjuró de todas las expresiones literarias precedentes de la región y se subsume en una tradición cosmopolita y mediática, exógena. 

 

Esta es una pregunta abierta y que su respuesta ayudará a perfilar tanto a la historia como a la crítica de la literatura regional es, cuáles son sus antecedentes? dónde la prehistoria de nuestra literatura regional, dónde nace, dónde están sus primeros motivos, conformada porque giros lingüísticos que hacen de la expresión verbal o escrita un arte? Será Escilda Greve parte anterior a nuestra literatura dada su permanencia en Santiago, y ella nacería con Nana Gutiérrez?. La respuesta está abierta...

 

Lo que es indiscutible es que la literatura ariqueña, que no es nueva, es hija ilegítima de Clío la musa de la historia y ve sus primeros frutos ya maduros en una Nana Gutiérrez y –también- en aquella Tebaida, paraje de artistas y escritores avecindados en este terruño. Son años de Ariel Santibáñez, Alicia Galaz, José Martínez. Luego tras décadas de impuesto silencio en que solo se escuchaba a Raquel Pino, Rodolfo Kahn reúne Heptadárica, nacerán los Rapsodas Fundacionales en torno a dos señeras figuras de las letras de Arica, José Morales Salazar y Luis Araya Novoa y, ya más próximo, Daniel Rojas Pachas con Cinosargo como hoy Connie Tapia con Cathartes. Estos últimos son adalid de la literatura del norte de Chile en nuestra ciudad. Porque al margen de cuál sea la fecha de nacimiento de nuestra literatura regional, o del reconocimiento de su paternidad, ella hoy se expresa fuerte y generosa.  Hoy, cien años después, la literatura del norte de Chile cobra expresión, voz y letra en nuestra ciudad. Arica se ha ganado, con esfuerzo, como lo es todo en nuestra tierra, sin caer de rodillas, jamás coronados por pícaros y escandalosos, ni “acomodados a la naipada” al decir del gran de Rokha.  Hay figuras consagradas, como P. P. Humire considerado “Tesoro Humano Vivo” o merecedoras incluso del Premio Nacional de Literatura como José Morales Salazar, que hoy se encuentra entre nuestros mejores, sino el mejor poeta chileno vivo, a quien se le debe la autoría de un canto épico de la más popular gesta de nuestro norte, el “Canto de la Tirana”. Hay además ya decanos talleres literarios, y editoriales que difunden las obras de escritores y poetas de distintas generaciones.

 

Ninguna otra región del norte publica como la nuestra. Ninguna otra posee una agrupación tan sólida, permanente y productiva como Rapsodas Fundacionales, ninguna otra ha posicionado temas, publicado, gestionado, incursionado en un nuevo lenguaje y ha abierto fronteras como Cinosargo. Ellos son la punta de iceberg. Junto a Rapsodas estuvo y están “Plumas y Letras”, la SECh, Arica, “La Cazuela”, “Cuenta Conmigo” o junto a Cinosargo, “La Liga de la Justicia”, “Tea Party”, junto a cartoneras, “Maki_Naria”, comics, fanzines, y otros. E imposible no mencionar la literatura en torno a afrodescendientes y aymaras, a publicaciones de la Universidad de Tarapacá que diera nueva vida Rodrigo Ruz, o a Gómez León que lobo solitario muerde la literatura con genialidad y escalofriante lucidez.    

 

Por último constatar la existencia de una amplia y compleja diversidad temática. Entre los títulos que conforman nuestro corpus encontramos una literatura ligada a la academia pero no propiamente universitaria (que por supuesto también existe) como publicaciones de Pamela Cerda Pfeng o Ediciones Parina ente otros.  También hay una fuerte vertiente de temas relacionados con el pasado reciente de Arica, literatura en que los Rapsodas han incursionado con generosidad como en su historia más distante lo ha hecho un Mondaca Raitieri. De la misma forma en la temática afrodescendiente destaca la obra de Marta Salgado, en literatura que incursiona en la cosmovisión aymara encontramos entre otros a Juan Carlos Mamani con su Editorial Chiwanku, sin olvidar al primegenio Pedro Pablo Humire ni a Juan Jacobo Tancara. En un formato diferente están los fotolibros que publican Chris Malebrán y Fernando Rivera principalmente.  En temáticas más actuales está la producción de una literatura juvenil ligada a una cultura digital, fronteriza, anglosajona y alusiva a sus juegos (games) y una mórbida sexualidad. Junto a ellos también existe una oferta literaria relacionada con el terror y la violencia explícita, o “gore” como le denominan. En este ámbito juvenil debemos mencionar la obra de Alejandra Palacios y de Josefa Tello “La Escasez de Chocolate” con una literatura que incursiona en la ciencia ficción. Existe también una notable producción de poesía. Sin embargo, considerando esta amplia gama de temas (y considerando también otros que no se mencionan), destaca el silencio en torno a una temática de carácter social reivindicativo, excepción hecha con Roberto Flores y Luis Seguel, ambos solitarios escritores de sus respectivas generaciones, el primero acerca su principal obra al movimiento indigenista y el segundo, lo hace  por medio de la expresión o sensibilidad personal de sus personajes, en particular en “Los Tambores de Doménico Modugno”. Se suma a ellos Marisol Cid de quien tenemos solo la referencia de un libro publicado.

 

Llegados a este punto seguro se preguntan si ésta madura y prolífica diversidad temática guarda relación con la posibilidad de su aún indeterminado origen: la respuesta todavía no se escribe, y es importante comenzar a configurarla, a reconocerle un pasado a nuestras letras. Ya decíamos que hemos llegado a ser de las principales regiones que más publicaciones literarias realizaba por habitante, pero carecemos de una crítica literaria como de una completa historia literaria que sobre la base de un claro pasado pueda ayudar a construir un fuerte y consistente futuro.

 

Mas respecto a su reconocimiento y difusión la situación no ha cambiado mucho cien años después, el silencio del “parnaso” santiaguino pesa pero no invalida, ofende pero no doblega, silencia pero no empequeñece, sin doblegarnos, ni empequeñecernos, validados por nosotros mismos se sigue escribiendo en la región. Nuestras letras, nuestros escritores, recogen el legado de esa literatura escrita con esfuerzo en periódicos obreros, muchos de ellos o sus familias, vivieron en la pampa y sus escritos de un lenguaje no rústico pero si más influido por la condición de frontera, mantiene su carácter genuino. Hay que decirlo de nuevo: sus obras aún son castigadas con el silencio de críticos y de la academia, y permanecen ausentes en las listas de lecturas obligatorias y sugeridas de los planes y programas educacionales. Así, cada palabra impresa se ha ganado con esfuerzo.

 

Sin embargo es de justicia decir que la temática, los leiv-motiv, de los libros publicados los últimos años se han centrado, o tienen como referencia más a una Arica de antaño que las motivaciones escriturales o temáticas de una literatura propia de la pampa salitrera. La pampa comienza a obnubilarse en nuestra literatura regional, es necesario sí mencionar que nunca fue el tema central de ella, ni de escritores anteriores a los nacidos a 1950, ni de aquellos nacidos después de 1980 los que sí definitivamente la han apartado de los principales registros referenciales de sus obras. Es solo un dato de la causa. No es un juicio de valor. Lo que sí podría considerase un juicio de valor es que los escritos en la pampa fueron de una clara y fuerte sensibilidad social a diferencia de lo que hoy se encuentra en nuestra literatura, más cercana a una sensibilidad particular, perceptiva de la bonanza de antaño pero particular, privada, y en la generación digital una profundización en la individualidad, en el yo, y en emociones exacerbadas.

 

Pero quizás sea la diversidad temática antes expuesta de la producción literaria regional una de nuestras mayores características. Y fortalezas. Pero diversidad no solo temática, sino también diversidad etaria: desde a los Rapsodas Fundacionales hasta quienes participan en el “Hazla Cortita”, concurso que tuvo versiones con más de 7 mil participantes; diversidad editorial con presencia de cartoneras y fanzine hasta editoriales consolidadas como lo fuera Cinosargo, y hoy lo son Aparte Editorial, Cathartes o Lusevo entre otras. Diversidad de género dado que --ya lo decíamos en artículo posterior--, la mujer escritora en nuestra región ha tenido un rol vital en la sobrevivencia de esta expresión artística, desde Escilda Greve y luego Nana Gutiérrez, siguiendo con Alicia Galaz, Raquel Pino P., Silvia Córdova, y tantas otras hoy. Toda una estirpe femenina a quienes nuestra historia literaria debe su permanente existencia.

 

Este corpus conformado por decenas de obras hoy justifican la hipótesis de Arica como el actual polo de desarrollo literario de la literatura del norte de Chile, en narrativa como en poesía. Además por trayectoria y compromiso, por edad y respeto, los ariqueños coinciden en un nombre: José Morales Salazar, poeta y escritor, ya decíamos, de curriculum digno del Premio Nacional de Literatura, y seguro se coincidirá también en que su obra magna, imperecedera, será “El Cantar de la Tirana”, poema de 232 páginas en verso rimado que narra con agilidad y maestría nuestra principal gesta, la de una mujer que pervive hasta hoy entre nosotros, a la cual se admira y venera visitándola cada año. Cantar que se adscribe  a la tradición de aquel otro de Clodomiro Castro “Canto a las Pampas Salitreras” y a nuestra “La Araucana” de Ercilla y Zuñiga. Morales Salazar no hizo menos con este genial y enorme, documentado  trabajo de años. Un poema épico que consolida libros, movimientos, agrupaciones; texto fundacional de esta literatura ariqueña y nortina que escriben hoy manos añosas de arena y salitre como otras agiles en teclados frente a pantallas digitales, unos mirando el pasado, otros el mañana. Hoy tenemos la responsabilidad -cual alférez que guarda la virgen por un año- de acoger a nuestra literatura en nuestra  casa, y nosotros lectores y escuchas, nos corresponde hacerle el mayor honor que se le puede hacer a una literatura: leerla, leerla y comentarla.


En caso referencias se ruega citar la fuente.

RAlejandro Pérez "Desleyendo al Norte" Apuntes a la Literatura de Arica y Parinacota.

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